Percepción es... ¿realidad?

Muchas veces he escuchado la frase “percepción es realidad”, afirmación que comúnmente se usa para justificar indignación, enojo, o defender alguna postura ante sí mismo o ante los demás.

6 NOV 2014 · Lectura: min.
Percepción es... ¿realidad?

Muchas veces he escuchado la frase "percepción es realidad", afirmación que comúnmente se usa para justificar indignación, enojo, o defender alguna postura ante sí mismo o ante los demás. Y siempre acabo preguntándome, ¿realidad según quién?

Muchísimas relaciones fracasan debido a que, para cada parte, su visión es la correcta, la única válida. Peor aún, nuestra capacidad para comprender a los otros, en ocasiones es demasiado estrecha y esto nos puede mantener separados y en conflicto. "Como yo lo percibo así, entonces es así".¡Qué absurdo!

Creemos -aseguramos- tener las evidencias que demuestran que nuestra percepción está fundamentada en la realidad. Damos por hecho que lo que suponemos que es "la realidad", es por lo tanto la verdad. ¿Pero cuál es ésta? Verdad solo hay una, y te garantizo que no es la tuya ni la mía, y va mucho más allá de nuestro limitado entendimiento.

Los hechos sólo son lo que son, pero les damos nuestra interpretación, obviamente subjetiva.Vamos a lo cotidiano: imaginemos un posible encuentro entre dos personas, quizá entre tú y yo. No importa qué tipo de relación tengamos, tú vas a generar expectativas. Esto sucede antes del encuentro, durante nuestro encuentro y también después de éste. Y yo, por supuesto, voy a hacer lo mismo. Y después, cada uno de nosotros le va a dar una interpretación personal a lo sucedido.

Van a influir un sin número de interpretaciones y de factores que abarcan tu mundo interno y el mío, el lenguaje verbal, el no verbal, el entorno, pasando por muchos otros elementos, tanto perceptibles como aparentemente imperceptibles para ambas partes. Y siempre tendrá una relación directa con las experiencias que tanto tú como yo hayamos vivido a lo largo de nuestra vida.

De todas las experiencias que hemos vivido, con toda su simbolización y significación propias, nuestra mente selecciona y categoriza la información adquirida de acuerdo con nuestros propios valores preestablecidos, y determina el lugar más adecuado para cada pieza de información registrada. En un proceso inconsciente, nuestra mente ajusta esta información, y una vez hecho esto, concluye que es absolutamente cierta.

En el encuentro de nuestras similitudes y diferencias es en donde la estabilidad de nuestra relación entra en juego, minuto a minuto. A fin de cuentas, lo que consideramos "la realidad" es solamente lo que nuestra mente interpreta, e inclusive lo que elije.

Tener nuestras propias percepciones es una parte de nuestra condición humana, y es maravilloso, ya que nos hace absolutamente únicos. Y claro que éstas también nos sirven como una brújula interna, así como también para llevar a cabo negociaciones de todo tipo, algo absolutamente necesario en todo tipo de interacción humana.

Pero cuando estas percepciones chocan con las del otro, no debemos perder de vista que cada quien tiene las suyas propias, tan válidas internamente como las nuestras, tan reales para sí mismos como las nuestras lo son para nosotros, y que nuestros distintos mundos de interpretación pueden hacer estallar una guerra, si nos aferramos y no validamos las percepciones del otro. O bien, puede resultar en un ajuste mutuo que derive en un aumento en nuestra capacidad de entendimiento y respeto a cada ser humano, llevándonos inevitablemente a mejorar la calidad de nuestras relaciones con los demás.

Más aún, podemos sumar nuestras distintas percepciones y diferencias para enriquecernos y crecer en comprensión, generosidad y caridad hacia los otros y hacia nosotros mismos, en lugar de separarnos a través de la soberbia, la mezquindad, el egoísmo, la terquedad y la cerrazón.

Para lograr esto es fundamental desarrollar la capacidad para ser empáticos, es decir, para ponernos en los zapatos del otro, y poder incluir en nuestra percepción una perspectiva que incluya el punto del vista del otro. Y otra, igualmente fundamental, es contar con una buena dosis de humildad, entendida ésta como la capacidad de colocarnos en nuestro justo lugar: nunca por encima de nadie, ni por debajo de nadie. Simplemente como iguales que todos somos.

Que nuestras diferencias nos enriquezcan mutuamente.

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Escrito por

Psict. Margie Bonnet Compiani

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