Convivir vs Combatir. Cuarta parte.

Mientras más cercanamente convivimos con alguien es más probable que no le escuchemos; esto es un sesgo en la comunicación sobre el cual se puede trabajar.

23 FEB 2020 · Lectura: min.
Convivir vs Combatir. Cuarta parte.

En mi anterior artículo planteaba la idea de que todos tenemos derecho a tener tiempo privado, el cual va de la mano con la responsabilidad de procesar mis sentimientos y la información que quiero compartirle a mi pareja. Para poder compartir esta información es necesario hacerlo con claridad, sin asumir lo que el otro me va a responder, o que no se lo tengo que decir porque lo tendría que saber.

No es poco común escuchar argumentos entre parejas en los que frases tales como "eso no es lo que dije", "no lo dijiste pero lo insinuaste", "es obvio que es lo que quieres"… sean el común denominador. 

En un reciente artículo publicado en el New York Times, Kate Murphy propone que mientras más cercanamente convivimos con alguien es más probable que no le escuchemos.

Una de las razones por las que esto se da, tal como propone Murphy, es un sesgo de comunicación; según el cual mientras más cercanos nos sentimos a las personas, menos atención ponemos a lo que dicen.

En mi experiencia trabajando en el espacio terapéutico con parejas, este fenómeno se amplifica cuando nos enfocamos en escuchar solamente a nuestra voz sin poner atención a la historia del otro. Frecuentemente las personas exigimos que el otro valide nuestros sentimientos y experiencias sin abrirnos a la posibilidad de validar los suyos.

Algunas de las consecuencias de este fenómeno son el no escuchar lo que el otro nos quiere decir, no darle la oportunidad de explicarse o aclarar significados. Esto también se da en espejo; es decir, a nuestra pareja le pasa lo mismo: prefiere inferir que ya sabe lo que quiero decir y me priva de la oportunidad de explicarlo.

Otra de las consecuencias que se dan cuando integramos estos pensamientos es que no decimos cosas porque asumimos que nuestra pareja las sabe o las debe de saber; sin tomar en cuenta que nuestros propios gustos e intereses cambian con el tiempo y que tenemos la responsabilidad de compartir cuando queremos algo o cuando nos sentimos a disgusto. Este pensamiento desgasta las conversaciones del día a día y disminuye la confianza.

El resultado de este desgaste es que se genere mayor distancia en la pareja, y en el peor de los casos, que la relación se termine.

Entonces, ¿qué podemos hacer?

¿Acaso estamos condenados a distanciarnos de las personas más cercanas a nosotros? Definitivamente no.

Las relaciones de pareja pueden ser experiencias enriquecedoras que disfrutamos; pero requieren trabajar en ellas. La invitación es a analizar cómo invertimos el tiempo junto con el otro… ¿dejamos a un lado el celular?¿creamos momentos para platicar de cosas del día a día? ¿hacemos tiempo para hablar de cosas importantes? ¿confirmamos con él/ella el mensaje que interpreté de lo que me dijo?

Puede parecer obvio; pero la medida en que las respuestas son negativas es la medida en la que tenemos que trabajar nuestra relación.

Eso me lleva a la recomendación que exploraremos en nuestra próxima entrega: trabajar en crear espacios de comunicación y generar acuerdos.

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Escrito por

Psic. Ale Carcaño Díaz

Psicóloga licenciada en la Universidad Marista de Mérida. Especialista con una maestría en adicciones y en desarrollo organizacional. Diplomada en filosofía existencialista. Cuenta con quince años de experiencia en atención terapéutica y en diferentes universidades, además de haber trabajado en estados.

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