El silencio aniquila tu relación de pareja

El silencio no es nada saludable para la vida de una pareja. Cuando se apodera de uno o de ambos, va acumulando malos sentimientos que son reprimidos meses, a veces años; y que crecen con el tiempo, haciéndonos olvidar los motivos reales que nos disgustaban en el principio; pero dejando en las emociones la sensación viva de un rencor hacia el otro que aniquila finalmente la relación.

La falta de comunicación cuando algo nos molesta de la otra persona, puede resultar aparentemente positiva en un primer momento, cuando uno de los dos prefiere callar y ceder para no generar roces en el proceso de consolidación de la pareja.

Pero tarde o temprano lo que no dijimos y nos molestó en el principio saldrá a flote sobredimensionado por el paso del tiempo.

El silencio como castigo

Es habitual y humano hacer uso del silencio intencionado para “castigar” al otro. Así le dejamos en claro que algo nos molesta, y mucho. Es la mejor forma que encontrarmos para gritar nuestros límites.

Pero lo que es humano no necesariamente es bueno. Cuando callamos para decir que estamos molestos no le damos oportunidad al otro para explicar, ofrecer disculpas o aclarar una situación. No buscamos resolver el problema, sino plantarnos en una postura rígida y unilateral que impide encontrar soluciones y estanca la relación. El silencio en este caso sirve a quien calla para controlar los pensamientos de la otra persona, que se ve obligada también a callar. 

La mujer y el silencio

Alguien escribió en las redes que "el silencio es el grito más fuerte de una mujer, si ella se queda sin habla es porque su corazón está demasiado cansado para las palabras".

El hombre de nuestra sociedad se queja de los reclamos de la mujer, "¡sería mejor que se calle!", le cuenta a sus amigos, y todos ellos construyen socialmente la idea de que “ellas nunca pueden tener la boca cerrada”.  Este hombre debería saber que si hay algo peor que la verborragia de una mujer, es su silencio rotundo. Ahí ya no tiene chances. Sabe que el día menos esperado esta mujer que calla atravesará la puerta sin mediar palabra y se irá para siempre.

Es que la mujer que considera –después de mucho aguantar, apostar y luchar- que su pareja está desgastada, recurre al silencio. Y es perturbador. Mientras ella discute o se queja las esperanzas de cambio permanecen vivas, porque sigue proyectándose en esa relación.

Pero cuando calla lo más probable es que en su interior emocional se haya acumulado un cansancio tan profundo por haber peleado en vano, y ya no encuentre fuerzas ni sentido en las palabras. Ese silencio marca el comienzo del fin de la relación de pareja. Es más peligroso que la queja. Esta puede resultar agotadora -quién se aguanta a alguien que reclama todo el tiempo-; pero su silencio absoluto tiene demasiada información, está gritando una declaración definitiva: “ya no pasa nada, no tengo nada más que decir, por eso me callo”.

¿Silencio o depresión? 

El silencio de la mujer -y de algunos hombres- puede confundirse o convivir con un estado de depresión, un camino lento pero seguro hacia adentro de sí misma, marcado por un desencantamiento generalizado.

Aquello que construyó y que daba sentido a su vida empieza a acabarse -ella lo sabe- y ya nada tiene sentido. Nada la emociona en exceso, ni la enoja en demasía, ni la divierte, ni la sacude de la cotidianidad cada vez más silenciosa. Es consciente de que camina por una meseta emocional que la conduce al final de una etapa.

Cuando se entra en un circuito de desesperanza y certeza de que la situación no va a cambiar, que es "lo que ha tocado en suerte", la mujer se deja arrastrar por un silencio que puede conducirla a una depresión. La situación de la pareja ya es muy grave, y también la propia salud emocional. Estamos a las puertas del desamor.

¿Cómo volver a hablar?

Cualquier pareja puede atravesar esta etapa tan ruidosa por la falta de palabras; pero no es sano callar, siempre irá a peor.

La ayuda externa en una terapia de pareja generará el espacio apropiado para que ambos empiecen a poner en palabras aquello que ya no pueden decir.

Ese momento de volver a hablar, de volver a escuchar al otro, es el primer paso, y es uno grande al que hay que animarse para evitar el aniquilamiento de la pareja castigada por el silencio.

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