Problemas más frecuentes que viven las familias a causa de la inmigración

La migración marca etapas: puede comenzar como algo temporal que servirá para mejorar la calidad de vida pero en la mayoría de los casos la ausencia del papá o mamá se prolonga mucho más tiempo

La persona que migra sufre por soledad, diferencias culturales, sentimiento de culpa por haber dejado atrás a su familia, estrés por conseguir pronto un trabajo y ansiedad por la separación de los suyos. Todos estos síntomas se engloban dentro de lo que los investigadores llaman "Síndrome de Ulises".

La persona que se queda en el país de origen y ve migrar a su ser querido, también sufre ansiedad por separación, tristeza que puede devenir en depresión y la angustia de no saber por cuánto tiempo se prolongará la distancia. En los adultos puede explicarse desde la incertidumbre por el futuro y por el cumplimiento de las metas trazadas; pero en los niños este sentimiento se traduce en "miedo al abandono". Ellos no pueden entender la complejidad del proceso migratorio, simplemente, ven que papá o mamá ya no está y que no puede abrazar a esta persona cuando lo necesite. Simplemente, no está. 

Los diferentes estudios que se han hecho sobre los efectos de la migración de un familiar en los niños y adolescentes que quedan en el país de origen, concluyen que las secuelas son, tanto psicológicas como físicas:

Enfermedades crónicas: el Estudio de Evenntos Adversos en la Infancia (ACE), encontró que la separación temprana de un niño de uno de sus padres es un evento traumático y que puede aumentar el riesgo de padecer problemas coronarios, alcoholismo y depresión en la vida adulta. 

Estrés: para la psicóloga Luz Garcini, con experiencia en familias hispanas en Estados Unidos, está claro que los niños manifiestan el miedo al abandono con dolencias físicas y enfermedades que no son propias de su edad como colitis o gastritis 

Ansiedad y depresión:  "Mientras más tiempo están separados hijos y padres, mayores son los síntomas de ansiedad y depresión" indicó Jessica Henderson Daniel, presidenta de la Academia Estadounidense de Psicología, a propósito de la separación de los niños de sus padres en la frontera entre México y Estados Unidos. 

Y aunque parezca difícil de creer los niños más pequeños son los que peor enfrentan las separaciones porque no tienen los elementos suficientes para entender lo que está sucediendo y porque están conectados emocionalmente con sus madres y éstas les transmiten su angustia y tristeza.

El divorcio es uno de los efectos "más comunes" a consecuencia de la migración. En muchos casos el padre o la madre rehace su vida afectiva en otro país y son los hijos los que sufren los efectos de esta ruptura definitiva. 

Casi 13 millones de mexicanos viven en Estados Unidos y en la mayoría de los casos han sido los hombres los que han migrado primero. De manera que sus esposas asumen el rol de padre y madre en la primera etapa de la migración, enfrentándose a todo lo que supone la estabilidad emocional propia y de sus hijos. Los niños necesitan tanto a papá y a mamá para su desarrollo, de manera que esta etapa de adaptación al nuevo modelo de familia les resulta especialmente estresante y pueden manifestar su rebeldía e inconformismo, de acuerdo a su edad. 

En cuanto a la comunicación con su esposo, por las distancias y rutinas laborales que se tengan se vuelve difícil. Su relación ahora únicamente se basa en llamadas por teléfono o si se tiene la posibilidad, por alguna otra herramienta o redes sociales. Su relación se ve inmersa en una ausencia de convivencia, falta de comunicación, problemas para negociar y participación en la conducta y educación de sus hijos. El reto para los padres ahora es mantener su amor y fidelidad.

Hijos

Los hijos son los que se llevan una gran carga emocional, su vida sufre cambios importantes y en ocasiones, por no saber controlarla, viven las peores consecuencias. A falta de la autoridad paternal en casa y la nueva rutina pesada de mamá, tienden a caer en drogas, alcoholismo y comportamientos que llaman la atención de sus papás, pese a saber que la figura paterna no está.

La inmigración no sólo arrasa con las ilusiones y esperanzas, sino también con las oportunidades de mejora en las familias y la sociedad, la cultura, el lenguaje, hábitos y costumbres. Las huellas de los que se van no solo quedan marcadas en la tierra en su largo recorrido hasta llegar a la Unión Americana, las marcas más pesadas y que parecen estar forjadas a hierro son las que quedan en sus familias, las cuales son capaces de destrozar este tan importante núcleo y finalmente, nos quebrantan como seres humanos.

Es un hecho que la migración trae fuertes consecuencias y cambios tanto para quien se va como para quienes se quedan, no es un tema sencillo y mucho menos fácil de llevar. En sí, tanto papás como hijos sufren la ausencia y la distancia de quien se ha ido. Son pocas las familias que logran sobrevivir a este fenómeno, por lo regular, todas las dificultades antes mencionadas son las que enfrentan día a día familiares de inmigrantes.

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