Prejuicios que alimentan el estigma social de la esquizofrenia

La World Psychiatric Association especifica los prejuicios y falsas afirmaciones que se difunden acerca de la persona afectada, imposibilitando su adaptación e inserción social y laboral.

5 DIC 2019 · Lectura: min.
Prejuicios que alimentan el estigma social de la esquizofrenia

La esquizofrenia es un trastorno mental grave que afecta, por sus características, no solo a la persona que la padece, sino a todo su entorno familiar.

Pero tiene un plus que la hace más difícil de llevar, y es la estigmatización que hace el conjunto de la sociedad alrededor de ella. La World Psychiatric Association especifica los prejuicios y falsas afirmaciones que se difunden acerca de la persona afectada.

  • Mala educación en el hogar. La familia sufre cuando se afirma que esta enfermedad se relaciona con dificultades en la educación del niño con esquizofrenia. El prejuicio cae directamente sobre la madre y el padre o los familiares cercanos.
  • Violencia y peligrosidad. La idea de que estas personas representan un peligro por sus conductas violentas. Existen casos en que la persona descontrolada puede lastimar gravemente a quien lo acompaña, que suele ser un familiar; pero esto suele ocurrir cuando se abandona la medicación. No es correcto generalizar acerca de un componente peligroso en pacientes que están bajo tratamiento psicológico y/o psiquiátrico, ya que solo aquellos que arrastran un historial violento o tienen problemas de adicciones tienden a estos comportamientos. En general estas personas suelen ser retraídas y preferir la soledad.
  • No son confiables. Se define al enfermo como alguien en quien no se puede confiar, que miente o a quien no le gusta trabajar o cumplir responsabilidades. Lo cierto es que estas personas pueden desarrollarse y mantener un trabajo estable y remunerado cuando realizan tratamientos adecuados; pero sobre todo cuando se les ofrecen oportunidades reales.
  • Incapacidad para informar los efectos de la enfermedad o de la medicación. Esto sucede como consecuencia del estigma social. Muchas veces la persona debe esconder la enfermedad que padece incluso cuando está bajo supervisión o tratamiento psicológico, por miedo a que se lo desplace.
  • No pueden tomar decisiones. Se cree que la persona con esquizofrenia no es capaz de tomar decisiones importantes sobre su propia vida, o que no debería hacerlo porque las mismas serán siempre irracionales o inadecuadas.
  • Son impredecibles. Nunca se sabe qué esperar de quien sufre este trastorno, si saldrá con “alguna de las suyas”, se comportará de manera violenta, mentirá o no será capaz de comprometerse con alguna tarea que se le asigne. Se relaciona con los otros prejuicios, y sobre todo refuerza la idea de que no son personas confiables.
  • Agravamiento del trastorno. Se cree falsamente que la esquizofrenia necesariamente empeora la condición del paciente con el correr de los años. Pero esta situación parte de un sistema que no le brinda oportunidades de independencia económica de la familia, contención social o certeza de su mejoría.

Consecuencias de la estigmatización social

Los servicios de salud públicos y gratuitos no suelen estar dotados de los recursos suficientes para tratar y supervisar el desarrollo de la enfermedad en el paciente. Además, la idea de que son peligrosos e inadaptados sociales genera un sistema sanitario que los margina, los encierra o aísla en nombre del bienestar social y del propio paciente, retroalimentando los prejuicios.

Al ser un trastorno que se desarrolla entre el comienzo de la adultez y antes de los cuarenta años, suele interrumpir los procesos educativos y de formación profesional. Razones por las que no tienen oportunidades de inserción laboral en un mundo meritocrático que obliga a estar permanentemente especializándose para competir por un puesto de trabajo.

Cuando la familia de la persona no goza de un buen nivel de vida, surgen los problemas de vivienda, generando en muchos casos personas en situación de calle con el agravamiento propio del trastorno en un contexto hostil y de desamparo. Y en los casos en que pudieran vivir solos, la propia familia les niega esta posibilidad por temor a que no puedan manejarse adecuadamente o generen disturbios en su entorno.

Cambiar la mirada sobre la esquizofrenia

El mayor enemigo de la esquizofrenia es el aislamiento social y el vacío que se le hace a estas personas por toda la construcción falsa -pero socialmente aceptada- de que no son ciudadanos útiles, sino un lastre para el Estado que define a sus habitantes en función de la productividad y el crecimiento económico.

Es necesario entender que no es quien sufre el trastorno quien no está preparado para vivir en sociedad, sino que es la sociedad la que debe prepararse para aceptar al diferente, abandonar la idea de que “genera gasto y no ganancia”, comprender al que desordena las normas y no se adapta a la rigidez de un sistema político y socioeconómico que determina cronométricamente la vida de sus habitantes.

Un tratamiento psicológico adecuado y la prescripción de antipsicóticos -por parte de un médico de la salud mental- para controlar los síntomas de la esquizofrenia, son imprescindibles para lograr una calidad de vida que permita a la persona su adaptación e inserción social.

Aún más importante es generar campañas des-estigmatización social alrededor de esta enfermedad crónica, que es absolutamente controlable cuando no se define –estigmatiza- a la persona por su padecimiento sino por sus potencialidades de desarrollo humano. 

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