Mujer: ¡bendito ser!, ¿por qué me haces las tortillas?

A veces las mujeres damos más de lo que nos piden, y esperamos más de lo que otros nos pueden dar. Es un aspecto sociocultural muy arraigado que desestabiliza emocionalmente. ¡infórmate!

5 MAR 2019 · Lectura: min.
Mujer: ¡bendito ser!, ¿por qué me haces las tortillas?

La inmensa mayoría de las mujeres, somos muy afectas a servir a veces exageradamente a los demás, a pensar primero en los demás, a proteger y sobreproteger siempre a los demás, a amar a los demás por sobre nosotras mismas, principalmente cuando se trata de nuestra pareja, nuestros hijos o nuestra familia. Es un hábito milenario que deviene quizá de una costumbre o un aspecto sociocultural que nos impusieron desde la primera infancia. Esa educación que todo lo abarca como si se tratara de un compromiso o deber ineludible desde la niñez:

"Las niñas buenas ayudan a sus hermanitos", "Las chicas educadas obedecen a sus padres sin protestar", "Las mujeres nacieron para atender su casa, para atender al marido y para educar a los hijos…"

En las relaciones de pareja nos entregamos en cuerpo, alma, sentimiento y razón, sin pensar que allí va también inmerso o invertido nuestro tiempo, nuestro esfuerzo y súper esfuerzo constante y repetido, nuestro dinero, nuestra pasión, nuestro orgullo, nuestra dignidad… Perdiendo a veces hasta la noción de lo que significa el concepto de "amor propio" para quedarnos con la carga alostática completamente devastada, o lo que es lo mismo, agotar el tanque de reservas, lo dejamos vacío. Nuestra reserva de energía ya no funciona para nosotras porque ya nos hemos quedado completamente desgastadas, agotadas, deprimidas, desinfladas, sin ganas ya de nada, saturadas emocionalmente, implotadas o hasta intoxicadas por tanta amarga reacción y tanta patada al hígado.

Y la verdad de todo esto, es que entre más cosas damos las mujeres, nos creemos más competentes, más autónomas, más independientes, más diligentes, más necesarias y obvio desarrollamos una tendencia a manejar y controlarlo todo. ¡Craso error! y ¿Por qué grave error?, por la simple y sencilla razón de que el mundo seguirá girando exactamente igual, cuando dejemos de meternos donde no nos llaman.

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Es cierto que desafortunadamente muchas mujeres padecemos del síndrome de la desubicación, no obstante de estar preparadas para amar de mil maneras, porque tenemos suficiente valor y entereza para resolver mil cosas propias y ajenas, pero la vida no procede así, no corresponde cuando se trata de tener buena salud física y una excelente salud mental, por lo tanto, lo correcto sería que cada cual se hiciera responsable de su persona y de sus actos, allí sí las mujeres podríamos ejercer una excelente influencia para los demás, empezando por los nuestros en casa, no hacerles sus cosas sino enseñarles a realizarlas con puntualidad, organización y responsabilidad.

"Ah, pero la cultura me dice que soy la madre o soy la esposa y tengo los deberes, me voy a sentir culpable si no los atiendo… ¡Carajos como si la madre o la esposa estuvieran hechas de acero! "Nadie me entiende, nadie me atiende, todo me tiran, no me valoran ni valoran toditito lo que yo hago"; "me siento cansada, me siento sola, me siento abandonada a mi suerte", ¿Pues cómo jijos no?, si vas al mil por la vida, como si fueras chicle bolita rumbo al premio nobel de la estupidez o de la esclavitud oscura, que si viviera la Madre Teresa de Calcuta, (Premio Nobel de la Paz), ella misma te hubiera parado en seco tu loca carrera desenfrenada, recordándote los límites de tus obligaciones: ¿Hasta dónde tengo que soportar?... ¡Hasta que duela!, ni un gramito más.

¡Por favor! No es posible mujer, que vayas por la vida arrastrando tu autoestima y tratándote a ti misma de esa manera tan absurda, desconsiderada y cruel, en primer lugar porque no es necesario que te sacrifiques a tal grado porque desvirtúas tu altruismo excelso, te abaratas, te pones en oferta. Y en segundo lugar porque tú no mereces ese trato ingrato, ni esa carga exagerada de responsabilidades que no te corresponden, y luego te quejas que padeces de ansiedad, de depresión, de celos enfermizos, de envidia, de miedos, de dudas, de inseguridades, de falta de confianza, de culpabilidades, etc.

Es cierto, fuiste creada para amar, porque eres la máxima expresión de la belleza y del amor, pero no naciste para ser usada ni abusada, ni saqueada sin medida ni piedad. ¿Que el hombre tiene su fuerza en los puños? ¡Sí!, ¡Pero tu fuerza la llevas en el corazón!

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Saca tu garbo y tu delicadeza, usa tu inteligencia emocional, observa cómo te están manipulando porque tú se los permites, date cuenta de tus debilidades, atiéndelas y actúa. Nadie puede obligarte a hacer lo que tú no quieres y recuerda que sobre tu cuerpo, sobre tu mente y sobre tu vida, solamente decides tú. Si no lo haces tú, ¿Entonces quién?, si no lo haces ahora ¿Entonces hasta cuándo?, piénsalo y ya nos compartirás tus valiosas experiencias. Pero si no puedes hacerlo tú sola, acude a tu psicólogo de confianza y habrás hecho la mejor elección.

Aprenderás a potenciar tus propios recursos personales que son muchos, porque tienes derecho a amar pero también a ser amada y ser feliz. ¿Te animarás a intentarlo?

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Escrito por

Dora Lidia Pérez Rochín

La Psic. Dora Lidia Pérez Rochín es una de las psicólogas más profesionales que brinda la atención y orientación necesaria para poder resolver sus problemas emocionales que pueden estar afectando su vida social y familiar. Cuenta con el conocimiento y la experiencia necesaria.

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