¡Métete en el zapato del otro!

Ponerse en el lugar del otro implica tener empatía y suficiente valor para entender que cada cual tiene un proceso de maduración que puede no ser el más esperado. ¿Quieres mayor información?

3 DIC 2018 · Lectura: min.
¡Métete en el zapato del otro!

Qué fácil, pero qué fácil resulta juzgar, cuando no se están viviendo las circunstancias del otro.

A veces nos volvemos inquisidores groseros y exigentes y hasta nos molestamos porque otras personas no perciben igual que nosotros, no asimilan ni procesan las cosas a nuestro ritmo o velocidad… ¡No tienen esa destreza!, ¡No tienen esa habilidad!, y hasta nos enojamos: "Cómo es posible que no puedas, que no entiendas, que no carbures, que no puedas abrir tu cabezota para entender algo tan supremamente sencillo", ¡Y pues no! no es posible vibrar en la misma sintonía, porque tampoco pueden interpretar igual, esa es la realidad.

Con justa razón se asegura por allí que cada cabeza es un mundo diferente, y que lo que es bueno para uno, no lo puede ser tanto para el otro, o igual, lo que para uno puede ser de color blanco, para el otro puede ser color gris, o negro, todo depende de la lente con que se miren las cosas, y aquí está lo interesante de todo esto, pues ponerse en el lugar del otro, resulta bastante complicado y no siempre se suele salir bien librado, por lo tanto, comprender al otro y meternos en sus zapatos, resulta toda una obra de arte, veamos:

Partiendo desde la niñez, por ejemplo existen estudios que avalan la teoría constructivista del desarrollo de habilidades y la inteligencia, a partir de la propuesta evolutiva de interacción entre la genética y el ambiente, su autor, el Dr.Jean Piaget (1896-1980 Epistemólogo, psicólogo y biólogo suizo), introduce y aporta a la ciencia sus cuatro estadios o períodos por los que atraviesa el niño, y en los que según Piaget, se desarrolla física y mentalmente.

Primer estadio o etapa sensoriomotora (0-2 años), el niño empieza a hacer uso de la imitación, la memoria y el pensamiento. Empieza a reconocer que los objetos no dejan de existir cuando son ocultados.

Segundo estadio o etapa preoperacional (2-7 años), el niño desarrolla gradualmente el uso del lenguaje y la capacidad para pensar en forma simbólica. Es capaz de pensar lógicamente en operaciones unidireccionales, pero todavía le resulta difícil considerar el punto de vista de otra persona.

Tercer estadio o etapa de operaciones concretas (7-11 años), el niño es capaz de resolver problemas concretos de manera lógica y activa. Entiende las leyes de la conservación y es capaz de clasificar y establecer series, entiende la reversibilidad.

Cuarto estado o etapa de operaciones formales (11- Adultez), el niño aquí ya es un preadolescente, es capaz de resolver problemas abstractos de manera lógica. Su pensamiento se hace más científico, desarrollo interés por los temas sociales, e identidad.

Es decir, para el Dr. Jean Piaget el niño sólo va aprendiendo lo que va descubriendo, y no lo que va recibiendo, como lo propone otra conocida teoría, la del Dr. David Paul Ausubel (1918-2008 psicólogo y pedagogo estadounidense, defensor del método deductivo, muy importante y reconocido en el área del constructivismo y pedagogía experimental psiquiática), él instaura y postula la teoría del aprendizaje significativo, ¿Qué implica esto? Según Ausubel, para que el niño asimile más fácilmente los nuevos conocimientos, es necesario motivarlo previamente ya que el niño no sólo no aprenderá lo que no conoce y menos lo que ni siquiera le interesa aprender.

shutterstock-450844810.jpg

En base a todo lo anterior, sería muy interesante echar una mirada hacia el fenómeno egóico llamado incomprensión, (prima hermana de la indiferencia, de la soberbia y auto-elogio) que nos limita y nos anula a ver más allá de nuestras lagañas (por no decirlo más claro), y que tanto nos aleja de la humildad, de la humanidad, de las buenas maneras, del altruismo, y de la gloriosa virtud que justamente representa el amor y el valor de ponerse en el lugar del otro.

Cuando somos niños, (como dice Piaget), es cierto, estamos en etapas de construcción, no está desarrollada el área cortical de nuestro cerebro y aún no tenemos capacidad para entender la posición del otro, o ponernos en el lugar del otro, pero caray, ¿Qué excusas tenemos ya siendo adultos?. Las parejas se desesperan, gritan, exigen al otro: "Escúchame, entiéndeme, compréndeme, ponte en mi lugar". Algunas mamás también se desesperan, y se vuelven demasiado exigentes con los hijos, principalmente aquellas que tienen niños en edad escolar. Ayudarles a hacer sus tareas se convierte en un verdadero campo de batalla: "Eres un tonto, o una tonta, eso no se hace así", "Eres un burro no entiendes, no aprendes", "Anda, borra, vuelve a borrar, hazlo de nuevo y no seas tan menso". Etiquetas que van acompañadas de un jalón de orejas o de un coscorrón ¿Para que aprenda?, ¡Es peor!, lo que el niño regañado y asustado lo que menos necesita es un grito o una amonestación, su pobre cerebro aún en construcción se paraliza de miedo, se congela, se bloquea... Obvio, menos aprende, pero eso no lo entendemos muchas veces los padres que queremos que nuestros hijos aprendan casi a la fuerza.

El Dr. Albert Einstein gran físico matemático tan atinado en sus conceptos, decía que la mente es como un paracaídas, si no se abre, no sirve o no funciona. Y la verdad es que la misma naturaleza nos enseña esto. La naturaleza por ejemplo no procede con apresuramientos, veamos: ¿Qué pasa cuando en nuestro jardín tenemos una verde planta de rosal con un botón? y nos desesperamos para que el botón se abra y queremos que casi a la fuerza el pobre botón extienda sus pétalos y allí estamos tocándolo, tallándolo, picándole con un palito para que se apure y se abra porque ya queremos ver la flor. ¿Qué pasa?, sucede que en vez de apurar al botón para que se abra, lo vamos a dañar y jamás nunca se abrirá porque su maduración y florecimiento tiene su propio proceso de crecimiento, se abrirá muy despacio y gradualmente para de pronto y con suerte un día asomará su corola y su pistilo para beber los rayos matutinos. Así mismo funciona la mente, no podemos forzar situaciones porque dañaríamos el proceso de acomodación y asimilación que según Jean Piaget, son los procesos básicos en el desarrollo cognitivo del niño.

Por lo tanto, sería importante desarrollar la empatía y entender que para poder comprender al otro, tenemos que meternos dentro de sus zapatos, saber lo que el otro piensa, siente y quiere para poder ayudarlo. Simple y sencillamente sólo se trata de darse cuenta que la persona a la que queremos entender tiene su propio proceso de maduración que puede presentar retraso o no, igual es sujeto del mismo respeto que nosotros mismos merecemos. Eso es todo.

PUBLICIDAD

Escrito por

Dora Lidia Pérez Rochín

La Psic. Dora Lidia Pérez Rochín es una de las psicólogas más profesionales que brinda la atención y orientación necesaria para poder resolver sus problemas emocionales que pueden estar afectando su vida social y familiar. Cuenta con el conocimiento y la experiencia necesaria.

Ver perfil
Deja tu comentario

PUBLICIDAD

últimos artículos sobre psicología infantil

PUBLICIDAD