Los procesos de duelo vivir la pérdida
El duelo es una pérdida dolorosa, causada por una separación de algo o de alguien por quien sentíamos mucho afecto. Una sensación de vacío por la pérdida. ¡Conoce aquí las 5 fases del duelo!
Uno de los momentos más difíciles por los que atravesamos los seres humanos es cuando enfrentamos un duelo, una pérdida. Es un sentimiento de vacío, tristeza y dolor por ese ser que se ha ido, que ya no está con nosotros, y que ya no veremos más. Los días son grises, sombríos, a veces oscuros, y en cada uno de ellos, se hace presente el abrumador recuerdo de todo lo sucedido… No hay palabras humanas para describir el dolor inenarrable que nos deja ese vacío incomprensible y doloroso, el silencio ensordecedor, las lágrimas calladas, los recuerdos se agolpan a flor de piel entumeciendo la razón y nublando el corazón.
Ante el duelo, sentimos que el alma se nos quiebra, sentimos que la atmósfera emocional está enrarecida, huele a soledad, a negación, a incertidumbre, a ese extrañar minuto a minuto la presencia amada de quien se fue. Sentimos que nos arrancaron un pedazo de nuestro ser y quedamos incompletos. Sentimos que nos arrancaron algo que nos pertenecía, le vemos, le olemos, le sentimos, le extrañamos demasiado, y a veces hasta creemos verle deambular por la casa, por el jardín, por la sala, por los patios y la cocina, o por todos los espacios que llenaban su propia vida a nuestro lado, pero la realidad resulta aplastante ¡Ya se fue, ya no está, y la vida debe seguir!
Los momentos del duelo son trocitos del tiempo que van marcando una nueva forma de vivir, son un proceso y un curso nuevo en nuestras vidas, donde tenemos que aprender a vivir sin esa persona que ha desaparecido físicamente, pero no su energía, que seguimos sintiendo en su ausencia, su energía que no ha muerto, y sentimos que de alguna manera aún sigue viviendo y vivirá eternamente en nuestras memorias, en los sentimientos más hermosos del corazón y en todo el amor que esa persona se merece, aunque ya no esté, ni podamos volver a verla. Es una exquisita manera de honrar su memoria, agradecer por todo lo que fue, o pudo haber sido, pero que finalmente tenemos que soltar, dejar ir y decir adiós.
El proceso de duelo consta de cinco fases o etapas, según nos lo explica en su libro "Sobre la muerte y el morir" la Dra. Elisabeth Kübler-Ross, pionera en Tanatología y cuidados paliativos de las enfermedades terminales. (Médico Psiquiatra y escritora, Suizo-estadounidense 1926-2014): Etapa de negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Todos pasamos por estas cinco etapas cuando el alma se pone de luto o atravesamos un duelo, una pérdida y generalmente nos negamos a hablar de ello cuando el dolor nos nubla la razón, pero no todas las personas asimilan o procesan de igual forma el duelo, ni lo superan de la misma manera ni al mismo ritmo, tiempo y forma.
Etapas del duelo
En la primera etapa, el de la negación, el dolor por ejemplo, causa un impacto psicológico tremendo sobre nuestra psiquis, la deja noqueada en un inicio, no podemos creer lo que ha sucedido en ese momento, no carburamos en absoluto, nos bloqueamos, nos quedamos en blanco en esos instantes, no sabemos ni qué hacer, ni qué pensar, ni qué decir, es como si un muro aprisionara la garganta y nos quedamos mudos, pero aunque la realidad nos resulte aplastante, poco a poco la mente se va aclarando y reacciona de alguna manera.
En la segunda etapa, el de la ira, se nos presentan sentimientos y resentimientos de desesperación e impotencia por lo que se pudo haber hecho y no se hizo, o lo que pudo haber sido y no fue, buscamos culpables, e incluso nosotros mismos podemos sentirnos culpables por no haber hecho a tiempo otras cosas para evitar el percance doloroso. La mente busca explicaciones de lo que ha sucedido, las causas del deceso o la cesación de las funciones orgánicas del fallecido: ¿Qué pasó?, ¿Porqué pasó esto? ¡No puede ser!, ¡Todo iba bien!... y reaccionamos impulsivamente con ira ante la impotencia que nos causa la muerte.
En la tercera etapa, la de negociación; ya con la mente menos enajenada, de damos vuelta a la imaginación y la necia fantasía en las posibles acciones que se hubieran hecho ¿Y si hubiéramos buscado otro médico?, ¿Si hubiéramos probado otro tratamiento?, ¿Si hubiéramos sabido lo que iba a pasar?, etc., pero lo que fue, ¡Fue!, lo sabemos y aún así, la mente sigue rumiando por un buen tiempo hasta convencerse de que el "hubiera" no existe y que eso ya no tiene solución. Todo tiene remedio –dicen- menos una cosa: La muerte.
En la cuarta etapa, la de depresión.- Es hora de enfrentar los sentimientos de vacío, sensación de que todo ha perdido sentido, como que ya nada importa o que todo nos da igual, invadidos por una tristeza tan profunda y unas ganas de aislarse de todo y de todos para girar alrededor del mismo círculo vicioso, repetir una y mil veces la escena del desenlace. No hay motivación para continuar sin la persona que se fue y ni ganas de comer, dormir y seguir adelante.
En la quinta etapa, que es la de aceptación de la pérdida, las personas que atravesamos un duelo vamos aprendiendo a vivir sin esa presencia amada que se nos fue. Quizá continuará por un buen tiempo ese dolor emocional y seguiremos recordando y extrañando sí; pero también con el corazón en paz.
El tiempo es el mejor amigo y el mejor bálsamo que ayuda –dicen- y volveremos a sonreír y a tomar la vida con alegría, con esperanza, con fe y con amor. Allí, en esa última fase del duelo, se experimenta la fuerza, el valor y los recursos personales que posee cada persona al enfrentar su pérdida. Algunas personas no lo sienten tanto, otras se tardan un poco más para trascender este trago tan amargo de soltar, de despedir y decir adiós. Cada cual lo vive a su manera o en momentos diferentes. Pero lo que sí es importante tomar en cuenta, es no posponer ni prolongar demasiado el duelo para que no se haga patológico.
La Dra. Kübler-Ross nos instruye en sus libros que el período prudente para vivir un duelo, máximo deben ser los primeros seis meses, de lo contrario el duelo se vuelve un problema complejo, un caso clínico significativo y urgente de atender. Sin embargo ella no lo instaura como una regla general para todo mundo, sino que lo expone como un ejemplo, ya que no hay un guión estandarizado para estos casos, el dolor lo vive y lo trasciende cada quien de distinta manera.
¿Cómo podemos ayudar a sanar el duelo?
Probablemente nuestro corazón esté colapsado, bloqueado, negado o deprimido, eso es normal los primeros días, pero poco a poco llegará el bálsamo que alivia: Una cena amorosa en casa, una llamada o mensaje de alguien que nos estima, la compañía de la familia aunque no se toque el tema, o hablar con una fotografía del difunto, decirle todo lo que sentimos ahora que ya no está, oler sus perfumes, comulgar con su recuerdo, tomar sus libros y las cosas que él o ella más amaba, escribirle una carta para vaciar nuestros sentimientos y emociones, etc., puede servir mucho para sanar nuestras heridas de orfandad emocional que nos deja ese ser que ya se fue a otra dimensión de la naturaleza.
Pensar alto y sentir claro es algo muy individual en momentos de duelo, pero no todo mundo puede sentir claro ni pensar alto en esos momentos, sin embargo la buena noticia es que el duelo sí se puede manejar para salir de él, pero solamente si nosotros queremos, porque a la postre, solo se vive uno a sí mismo y el dolor cederá cuando comprendamos que la muerte es parte de la vida y que sobre nuestra vida, sobre nuestra mente y sobre nuestro cuerpo, solamente decidimos nosotros. Y si no puedes tú solo(a), busca ayuda profesional, es la mejor forma de salir adelante en el menor tiempo posible para que puedas continuar con tu valiosa vida y todas tus ocupaciones que llenas desde siempre con tanto amor.
Las informaciones publicadas por Psico.mx no sustituyen en ningún caso la relación entre el paciente y su psicólogo. Psico.mx no hace apología de ningún tratamiento específico, producto comercial o servicio.
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