Las parejas controladoras

Las relaciones de pareja son acuerdos mutuos basados en la armonía, confianza y amor. Si no hay tal, la relación se vuelve tóxica. ¿Te gusta controlar o permites que te controlen? ¡Entérate!

15 ABR 2019 · Lectura: min.
Las parejas controladoras

En las sociedades modernas, las relaciones de pareja controladoras se han convertido en verdaderos campos de batalla, derivados de una problemática multifacética, generada  muchas veces por la cultura, por la infidelidad, los celos, la codependencia, la baja autoestima, las culpas, las dudas, las inseguridades, la falta de confianza, etc.

Los detonadores principales podrían ser la falta de comunicación, el abuso en el consumo de alcohol o drogas, maltratos, violencia intrafamiliar... que llevan a la pareja a estados emocionales verdaderamente lamentables, difíciles de erradicar, y además, porque ninguno de los dos está dispuesto a reconocer, ni a ceder y mucho menos a aceptar sus conductas disruptivas y tóxicas.

Un mundo atormentado de machismo y sumisión, un aspecto sociocultural en constante lucha, en constante sospecha y debate y hasta de comparaciones o competencia desigual por la supremacía y el poder en la relación de pareja, imponiéndose al otro con infinidad de exigencias desmedidas, sátiras palabras hirientes y abrumadores condicionamientos sociales que ahogan, que asfixian, que aplastan, demoliendo irreverentemente la relación ya de por sí, herida de muerte, disfuncional y devastada por su propio desaliento.

Obviamente, el amor se debilita con los miedos, se enferma, se cansa y se va de la pareja.

Con frecuencia las personas impulsivas, autoritarias y mandonas se apropian de las riendas de la relación, la manejan a su antojo, la chantajean a su modo para obtener beneficios a su favor. Controlan, juzgan y condenan a su pareja y no le dan la oportunidad ni de defenderse, la adoptan como si fuera un trapo, una cosa, un mueble de su propiedad, y a menudo son las últimas en admitir que se han convertido en imperialistas o inspectores o guardias de su propio hogar, centinelas o vigías en épocas de guerra, ¡Por favor!, ¿Qué está pasando allí?, no puede ser eso, nadie le pertenece a nadie y todos tenemos derecho a ejercer la individualidad, aún viviendo dentro de una relación de pareja, es decir, nacimos para escoger, no para ser escogidos, y en todo caso no tendríamos ninguna necesidad de entregarle nuestro Locus de Control a nadie, ni nadie puede obligarnos a hacer lo que no queremos.

Muchas veces la mujer por ser tan comprensiva y tolerante, se vuelve ilusa y permisiva, el marido es el que manda "Porque así se usa" –dicen- y no pueden ni quieren contradecirlo. Se vuelven siístas: "Sí mi vida", "Sí mi cielo", "Sí corazón", "Sí mi amor, como tú digas". El hombre se va empoderando porque la mujer le da su poder de forma gratuita y de manera regalada, le permite y le perdona todo: "Sí mi rey, anda, vete, sigue delinquiendo, al cabos yo te perdono", oye… ¿Cómo se llama eso?, o… ¿No será que en el fondo la mujer está pensando: "Anda vete, sigue poniéndome el cuerno, al cabos me las vas a pagar"

En el caso del hombre, con sus muy bien sustentadas bases reclama a su mujer: "No es posible que quieras darme órdenes o que me indiques a cada momento lo que tengo que hacer", "No me gusta que me trates como si fuera un idiota", o "No te cansas de echarme en cara mis errores, me tienes harto", y la mujer muy puntual se defiende con garbo y delicadeza: "Es que tú tienes la culpa, quién te has creído que eres para llegar a la hora que se te da la gana", "Yo me mato trabajando y tú dándole vuelo a la hilacha como si fueras soltero", "Ni creas que se me olvida lo que me hiciste hace cinco años".

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La mujer le sigue reclamando al marido un error del pasado del que ya ni se acordaba el pobre hombre, ¿Otra vez con lo mismo?, ¿De qué se trata esto? Supuestamente ya lo hablaron una, dos, tres o diez o más veces y ella asegura que ya lo perdonó, pero no olvida, ni está dispuesta a ceder porque es su manera de controlar la situación, de hacer sentir culpable al hombre por un error que no lo determina como un mal hombre y que además, hace muchos años ya pagó, y no tiene ninguna necesidad de seguirlo pagando, pero ella insiste en revivir lo pasado, atiza el rencor con su conducta neurótica adictiva de queja cognitiva constante y repetida, agresiones verbales, y golpes psicológicos con una obsesión enfermiza.

Es muy fácil suponer quién de los dos se cansará primero, y más fácil es adivinar quién o quiénes serán los más afectados. Estos son los hijos, que en el intento de entender qué está pasando con mamá y papá, ocasiona que se detenga el desarrollo psicosocial de los niños. Esto está demostrado en estudios con imágenes cerebrales y otros experimentos, en los cuales se ha demostrado que la violencia intrafamiliar, puede provocar daño permanente a la estructura y funcionamiento de un cerebro en desarrollo, incluso, el niño crea mecanismos de defensa que entorpecerá su vida de adulto, repitiendo patrones conductuales aprendidos desde su niñez, y luego se preguntará: ¿Por qué soy impulsivo?, ¿Por qué soy rencoroso?, ¿Por qué no puedo controlarme?, o ¿Por qué no puedo expresar mis emociones?, obvio, lo aprendió por imitación dentro de su propia casa cuando era niño y ni siquiera lo sabía.

Por otra parte. es claro de entender que no es sano vivir en un ambiente tan opresivo, donde la familia entera está al acecho, donde los padres viven como perros y gatos, o con la espada desenvainada como se dice coloquialmente, y donde reina la discordia, el chantaje emocional, la manipulación, el coraje, los gritos, la frustración, la impotencia y por demás la falta de madurez, sensatez y cordura.

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¿Qué hacer?

Empezar por reconocer nuestra responsabilidad, y poner límites, parar la actitud permisiva y cambiar el disco rayado y viciado, observar la atmósfera emocional contaminada e intoxicada y buscar ayuda de un profesional de la salud mental inmediatamente.

Con el chantajista, manipulador y controlador no se puede negociar porque siempre se encargará de hacerte sentir que tú eres el malo o la mala de la película, siempre se encargará de que te queden culpas y dudas para seguirte enganchando y no te soltará tan fácil porque tiene miedo de perder su poder.

En el fondo, se trata de personas con muchos miedos e inseguridades porque así lo aprendieron cuando eran niños, pero de eso hablaremos en otra ocasión.

Si no sabes cómo manejar esta situación en tu vida, o tienes dudas sobre este tema, escríbeme y te responderé a la brevedad posible.

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Escrito por

Dora Lidia Pérez Rochín

La Psic. Dora Lidia Pérez Rochín es una de las psicólogas más profesionales que brinda la atención y orientación necesaria para poder resolver sus problemas emocionales que pueden estar afectando su vida social y familiar. Cuenta con el conocimiento y la experiencia necesaria.

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