El amor y la falta

Platón en el Banquete hace contar a Aristófanes su idea del amor. Así Aristófanes enuncia el mito de las esferas, según el cual los humanos antes eran criaturas esféricas, compuestas cuatro manos y tantas piernas dos rostros sobre de un cuello redondeado completamente igual y tenían una única cabeza con las caras revueltas en sentido opuesto.

Por haberse ganado la ira de Zeus este ser esférico fue dividido en dos, un hombre y una mujer y cada uno de los dos, viviendo, no tuvo otra chance que echar de menos al otro y buscar regresar a esta unidad ideal.

Los humanos para Platón son seres divididos y por lo tanto necesitan otra mitad para hacer una unidad. Para Platón el mal nace con la división en dos, la desdicha de los humanos y su desgracia es justo la de proceder de esta división. Cuántas veces hemos sentido este deseo de ser uno con el otro o tenido el sueño de encontrar la persona que nos complete, que nos quite esta sensación de vacío o falta, en fin: ¡Encontrar a nuestra media naranja!

La imagen que Platón propone para dar una explicación del amor, es, en realidad, el modelo príncipe que el discurso occidental ha asumido para cualquier actividad. Nos han enseñado que somos seres incompletos y que esta falta es algo negativo y que, por lo tanto, tenemos que remediar. Así nos encontramos a pensar en un amor ideal, un encuentro ideal con un hombre o una mujer ideal, capaces de curar esta división original desde la cual se harían ocasionados todos nuestros problemas.

La realidad detrás de la media naranja

Las pruebas de realidad nos confirman el exacto contrario: el otro nunca nos llena y lo que sucede nunca se aparece a lo que habíamos soñado o imaginado. Este aproche correctivo de nuestra vida con respeto a lo que nos hace falta y que tenemos el deber de encontrar nos pone en una serie infinita de complicaciones y nos impide valorar la vida. La vida y el amor nunca pueden ser ni llenos ni perfectos, por lo tanto, es indispensable aprender a leer nuestras circunstancias bajo otra lectura.

Freud introduce una revolución en este sentido, con la constatación de que el amor sigue una lógica particular que no es entendible a nivel racional porque es inconsciente. Esta nueva lógica parte justo de lo que en el ámbito científico y medico fue un defecto y da a la cuestión de la falta una nueva dignidad.

Con Freud y el psicoanálisis la castración y la falta ya no son más defectos, sino propiedades y aspectos estructurales del impulso. Esta otra lectura es muy importante no solo para elaborar el mito del amor, sino también para poder conservar la alegría en la vida, no obstante vivir no sea para nada algo fácil. Estamos expuestos al tiempo y a lo que creemos sea el fin de las cosas: rupturas amorosas, enfermedades, lutos, crisis y falta de sentido.

El dolor es parte de la vida

En realidad las circunstancias de la vida nos enseñan a entender esto: el luto y el dolor son dos pruebas de realidad y por lo tanto no tenemos que vivir buscando solución a estos acontecimientos que entendemos como sufrimiento.

El dolor y el sufrimiento no van curados o eliminados, sino valorizados bajo otras perspectivas. Si vivir comporta encontrar un remedio al luto y al dolor la vida se convierte en la búsqueda de estos remedios y el amor en el milagro posible. Pero si llegamos al amor con esta idea de reembolso, de llenar este vacío y aplanar nuestro defecto existencial, terminamos por no valorar lo que conquistamos y el amor se convierte en decepción y sufrimiento.

El luto, la alegría, el dolor, el sufrimiento y la felicidad son particularidades de la vida y no es posible ponerlas en relación las unas con las otras y por lo tanto encontrar una compensación de una con la otra, porque esta idea de compensación es una idea de salvación.

La idea de salvación es la idea de que nosotros podemos ponernos al seguro de los hechos de la vida: podemos evitar un cierto dolor o hubiéramos podido no encontrar aquella pareja que nos rompió el corazón, para ponernos a salvo del miedo de la muerte.

Hay quien cree que se pueda morir de amor o que el corazón se rompa, porque tiene miedo a que las cosas se acaben.

Freud ha sido muy preciso en esto: dice que el inconsciente no conoce la idea de muerte. Entonces cuando sentimos miedo a la muerte en realidad es que tenemos miedo a la novedad. Creemos que las cosas terminan para siempre y que nada sigue después de ellas. Pero cuando renunciamos a tanta idealidad nos damos cuenta que nadie nos llena y que esta maravillosa falta es nuestra esencia y solamente gracias a ella podemos buscar: buscar la felicidad, el amor y la satisfacción.

Este tipo de realización dicen que es utopía y la utopía es como el horizonte, nunca se alcanza. Si nos movemos de 10 pasos también el horizonte se mueve otros diez y si son cien también; entonces ¿de qué sirve la utopía? Para esto: para hacer el camino.

¿De qué nos sirve la idea de amor?

Para experimentar que la vida no es perfecta, que nosotros tampoco y menos aún nuestras relaciones y, no obstante el luto y el dolor, para seguir caminando en este maravilloso sendero. Un camino que no se reduce solo a las dinámicas de pareja, sino que vive del dispositivo de amor que es cómo hacemos todo lo que hacemos.

Así no tenemos que soñar el grande amor ni protegernos de la tragedia del amor, sino procurar que nuestro humano hacer sea un hecho de amor, porque: en amor quien más da, más tiene. Esta nueva lógica, es la que nos lleva alegría a la vida, quitando la idea de victimísmo. Hay muchos que dicen: "Yo no estoy hecho para el amor" u otros que dicen: "Después todo lo que doy siempre me encuentro sola y decepcionada".

Pero si entendemos que si más damos, más tenemos y que el ideal es solo una fantasía, nos encontraremos a ser ricos en amor y en intelectualidad.

Aprendiendo a usar el dispositivo de amor libremente, seremos libres de amar amándonos.

Por: Sara Ceraolo

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