Convierte la "escucha activa" en un hábito cotidiano

El psicólogo estadounidense, Carl Rogers, fue el primero en utilizar el término "escucha activa" o "escucha empática" y definirla como una estrategia de comunicación.

17 ABR 2019 · Lectura: min.
Convierte la "escucha activa" en un hábito cotidiano

Cuando hablas con alguien esperas que te mire a los ojos, que haga preguntas relacionadas con lo que estás contando, que deje a un lado el celular y que intervenga para redondear la historia o reconducirla. En definitiva, esperas una "escucha activa". 

Participar en una conversación implica el despliegue de nuestros recursos verbales y no verbales para involucrarnos en el tema, ponernos en los zapatos de nuestro interlocutor, comprender lo que nos está contando y dar nuestra opinión respetuosa, siempre que nos la pida. Si quieres saber cuál es tu nivel de "escucha activa", responde el siguiente test:

Carl Rogers, pionero de la Psicología Humanista y considerado por muchos colegas como el psicoterapeuta más influyente de la historia, fue el primero en usar el concepto de "escucha activa" como una estrategia que puede usarse en todos los campos de la salud física y mental y la resolución de conflictos. Para Ellis, escuchar activamente al paciente implica librarse de prejuicios, aceptar incondicionalmente lo expresado por la persona que necesita hablar y promover un ambiente propicio para la libre expresión verbal y no verbal. En últimas, empatizar para lograr un diálogo sincero y productivo.

Una de sus frases más famosas fue "qué pasa con lo que le pasa", y con esto indicaba que para él la terapia iba más allá de resolver un problema porque consistía en entender cómo le afectaba a esa persona la situación que estaba viviendo. 

Michael Rost, autor de Teaching and Researching Listening, definió la escucha activa como un conjunto de "comportamientos y actitudes que preparan al receptor para escuchar, concentrarse en su interlocutor y proporcionar respuestas".

Es decir, no basta con mirar a quien nos habla y asentir continuamente con la cabeza, sino que hace falta una mente abierta y una actitud para comprender lo narrado, intervenir siempre que haga falta, no desviar la atención ni pretender que la conversación derive en uno(a) mismo(a).

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¿Para qué sirve la escucha activa?

Las investigaciones del MIT apuntan a que una 'escucha activa' permite obtener información cualificada y profundizar en otros puntos de vista. Esto, aplicado en los ámbitos académico y laboral, permite una mayor efectividad en el trabajo en equipo. Por supuesto, de un líder se espera que tenga desarrollada esta habilidad.

Rogers y Farson (1979) fueron un poco más allá, al proponer que la "escucha activa" debe provocar cambios en los demás. Esto, en el campo de la Psicología es de vital importancia, porque implica comprender al otro para motivarlo a generar cambios de pensamiento y/o actitud respecto a situaciones o relaciones particulares.

Los mediadores en conflictos utilizan la escucha activa como una herramienta para generar conexión con delincuentes (secuestradores, terroristas, grupos armados, etc.) y modificar comportamientos que permitan llegar a un acuerdo positivo para todos: sustitución de penas, entrega de rehenes, intercambio de información vital, etc.

¿Cómo se entrena la escucha activa?

Antes de abordar este punto, hay que reconocer que nos gusta más hablar que escuchar y esto tiene una explicación neuropsicológica: cuando hablamos sobre nosotros mismos, en el cerebro se activas zonas relacionadas con el placer; de manera que no resulta extraño encontrar personas que se autoadulen como una manera de estimularse y motivarse. Sin embargo, esta es un arma de doble filo porque intentamos caer bien a los demás hablando sobre nosotros, cuando la realidad es que caemos mejor cuando los demás sienten que les prestamos atención y nos interesamos por ellos. ¡Y atención! Porque las personas egocéntricas que no paran de hablar de sí mismas, son más tendientes a sufrir depresión, según lo confirma un estudio de la Universidad de Kassel (Alemania).

¿Y en medio de una discusión? ¿Te centras en escuchar el argumento contrario o estás más preocupado/a por ganar? Si te inclinas por lo primero, estás en el camino de la "escucha activa", pero si prefieres ganar siempre todas las discusiones, sin importar lo que digan los demás, tendrías que revisar tus habilidades sociales. 

Cualquiera que sea el caso, siempre estamos a tiempo de mejorar la escucha activa:

1. Aprende a parafrasear. Puedes repetir lo que el otro acaba de decir, con tus propias palabras, para aclarar si lo has entendido. Parafrasear es lo mismo que resumir, en voz alta, para redondear la idea y centrarte en el aquí y el ahora con la persona con la que estás hablando. Le demuestras que estás concentrado/a y que quieres comprender lo que te está contando. Por supuesto, tienes que encontrar el momento preciso para parafrasear: no estés interrumpiendo constantemente. 

2. Responde a la emoción. A muchas personas les cuesta poner en palabras lo que están sintiendo, pero sí que lo reflejan en sus gestos, sus actitudes, su cara... Interpreta la comunicación no verbal y ponte en los zapatos de la otra persona. ¿Que está triste y no quiere hablar? Siéntate a su lado y demuéstrale con tus gestos que entiendes su tristeza y quieres acompañarlo. Llegará el momento adecuado para hablar y tú estarás ahí para escuchar. 

3. Tu opinión es tuya. Esto, que parece tan obvio, se nos olvida y pensamos que nuestra opinión es la única verdad absoluta. Si la otra persona te pregunta qué piensas, refuerza el mensaje indicando "en mi opinión", "yo creo que", "según lo que me dices, yo pienso que". Esto permite relativizar la situación y ambos entienden que puede haber diversos puntos de vista. Así se puede abrir la puerta a explorar otras posibilidades del problema o del tema que estén hablando. 

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4. Acepta, aunque no estés de acuerdo. Cuando escuchas atentamente a la otra persona no tienes por qué estar de acuerdo con todo. Puedes mostrar tu punto de vista  validando su opinión pero dando la tuya también. Es decir, puedes explicarle que entiendes su perspectiva, que puedes aceptar su opinión, pero que no estás de acuerdo y que le vas a explicar tu punto de vista. 

5. No eres un juez. La otra persona no te está compartiendo un problema o una opinión sobre un tema para que llegues tú con un mazo de juez a decir si es "bueno o malo". Si lo que la otra persona te está contando te parece una locura o es algo inaceptable para ti, puedes reconocer que te sorprende o que no sabes cómo reaccionar, pero sigue escuchando con atención y respeto. 

6. Los consejos no pedidos son insoportables. La mayoría de las veces esperamos que nos escuchen para llegar a nuestras propias conclusiones. Si queremos un consejo, lo pedimos. Y si alguien nos quiere aconsejar, lo más indicado es que pida permiso antes (¿quieres mi opinión? ¿te puedo aconsejar algo?)

7. Reconducir, redirigir, reenfocar. En una conversación nos dispersamos y perdemos el hilo. Una persona que esté atenta y mantenga una "escucha activa" sabe reconducir el diálogo para volver al punto de interés original.

8. Ponle nombre a los sentimientos. Es bonito ver que quien nos escucha, intenta comprendernos. Para lograrlo, el interlocutor puede describir la emoción o el sentimiento que nosotros le estamos transmitiendo. Por ejemplo, alguien te está contando que ayer lo echaron del trabajo y tiene sentimientos contradictorios. Una persona con escucha activa puede decirle "entiendo que te sientas frustrado pero veo que también te alegra un poco, como si te hubieras quitado un peso de encima".

9. Preguntas adecuadas y oportunas, por favor. Las preguntas abiertas son muy útiles para ampliar la información (cuándo, dónde, qué pasó, cómo estás). Las preguntas cerradas permiten aclarar y puntualizar (¿te sentiste mejor? ¿qué te dijeron ayer?). No se trata de interrumpir constantemente sino de introducir las preguntas con naturalidad a lo largo de la conversación.

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10. Deja a un lado tus propios problemas. La otra persona te buscó para contarte algo que para ella es importante. Dedícale todo tu tiempo y atención. Una vez termine, pueden seguir contigo, pero lo que no puedes hacer es introducir tu propia experiencia o tus propios problemas en medio de lo que la otra persona te está contando. Tampoco se vale menospreciar lo que la otra persona está contando ("no es para tanto", "yo tengo un problema más grave", "no te preocupes por eso").

11. Los silencios se respetan. Los silencios hacen parte de las conversaciones. El silencio te permite pensar y encontrar palabras precisas para seguir hablando. No le tengas miedo al silencio y no intentes llenarlo de cualquier manera  porque resultará más incómodo. 

12. No acabes las frases del otro. Puedes generar la idea de que tienes prisa por terminar la conversación. Aunque sea muy tentador poner palabras en la frase de la otra persona, te aguantas. Ya encontrará ella la palabra exacta que está  buscando para explicarte lo que siente. 

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Comentarios 1
  • Perla Morales Martinez

    Necesito ayuda pero no tengo un presupuesto.

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